LA GRAN EXPERIENCIA DE CONSTELAR
Más bien, esta es la versión corta (sí corta) de como fui partida por el "rayo", (como Michael Corleone cuando vio a Apollonia) por esta forma de terapia.
(Si no vieron El Padrino, deberían hacerlo. Urgente.)
Y como hablamos de amor, enamoramientos, y "rayos", comienza con un romance: el de mis padres, Rubén y Gloria.
Toda historia humana comienza con un romance, a veces no tan romántico
Él tenia 19 años, ella 17. Edipo aparte, él parecía verdaderamente una representación viviente del Adonis griego de Afrodita. Ella un destacado perfil griego, acompañado por unos tremendos ojos verdes.
Se casaron después de año y monedas de noviazgo.
Pero dos meses después, en la noche de Navidad, su matrimonio estalló en mil pedazos.
Un desacuerdo menor terminó en un escándalo.
El punto es que, en el medio, concebida en plena luna de miel, ahí estaba yo, latiendo dentro del vientre de mamá.
Se separaron año y medi después, pero con varias idas y vueltas, en una escalada de furia parecida a la Guerra de los Roses versión latinoamericana.
Hay muchas maneras de llegar al mundo, la mayoría vienen con complicaciones. La familia feliz no es muy amiga de las estadísticas.
Como sucede en todo escenario bélico, yo niña, me puse una máscara extremadamente complaciente para ser aceptada. En ese contexto, sólo se puede sobrevivir.
Y así fue por muchos años. Andaba mi alma perdida divagando por ahí.
Pero esta es la cuestión: parece ser que nunca caminamos solos. Hubo un angelito inspirador, que me estuvo presionando en distintos momentos de mi vida, arrojandome a situaciones cada vez más catastróficas.
Estoy agradecida con el angelito. Creo que su objetivo siempre fue que yo abandonara la máscara y "ese estanque doloroso" donde me había acostumbrado a vivir.
La vida tiene sus maneras, y logra sus objetivos ¡como sea!
¡Y si tiene que ser a las malas, pues será a las malas!
Y un día me encontré sintiendo un dolor desgarrador en el corazón que casi no me dejaba vivir.
Literalmente podía sentir FISICAMENTE, más bien ENERGÉTICAMENTE, como mi corazón se desangraba.
Había tomado la costumbre de hacer terapia del tipo tradicional. Con psicólogos matriculados y colegiados.
Pero no me estaba dando resultado. Y mirá que probé de todo: lacanianos, gestalticos, freudianos, especialistas en EMDR, etc. etc.
No había muchos avances. El dolor no se iba, se iba haciendo cada vez más potente, alimentado por muchas cosas que sucedían a mi alrededor.
Si has hecho terapia, probablemente hayas pasado por experiencias de este tipo. O quizas tuviste suerte y te encontraste a uno de los buenos (psicólogos).
La cosa es que no había forma de parar esa dolorosa hemorragia sentimental.
Era un abatimiento lapidario, me había quitado hasta el deseo de vivir.
Un buen día, alguien me invitó a hacer CONSTELACIONES FAMILIARES.
Y esa sesión fue para mí tan drastica, ¡tan magistral!
A ver como te lo explico:
Imaginate a un deportista. Los chicos que juegan al rugby, por ejemplo.
Rercuerdo que una vez, hace mucho, un compañero de la secundaria, César, se dislocó el hombro.
César era un chico de los populares, fuertes y que se destacaba por su presencia y por su carisma. Y además era buena gente.
Por eso, presenciar la escena del hombro afuera fue muy perturbador a mis quince añitos.
Recuerdo la cancha de rugby de zona sur de la ciudad, del épico Club Gimnasia y Tiro.
La tribuna, llena de gente. El cesped verde. El cielo azul de un día soleado. Yo dando la espalda a la cancha, así que no recuerdo si el partido continuaba o había parado.
Pero sí recuerdo el gentío y los movimientos desesperados alrededor de César, su expresión shockeada, y la asimetría en sus hombros, uno abajo, otro en su lugar de siempre. Con eso hasta el brazo izquierdo, siguiendo al hombro, también estaba fuera de lugar; hombro que colgaba, brazo que colgaba. Era horroroso.
Y vino la guardia médica de emergencia.
Pude ver como, con un movimiento rápido y brutal, el médico volvió a poner todo en su lugar.
Crack, crack, crack, sonó todo.
César aulló de dolor. No hubo anestecias.
Pero asunto arreglado, así a lo bestia. Pero efectivo. Y eficiente.
Y después hubo paz.
De vez en cuando me lo cruzo a César, sus dos hombros perfectamente ubicados en su lugar.
Así me sentí yo ese día, después de la constelación.
La herida comenzaba a cerrar. Y yo hacía un viraje de 180° en mi vida.